Durante el siglo XVIII, se produjo una equiparación entre dos categorías muy diversas: el Estado y la Nación. En este trabajo se analiza críticamente esta tendencia, demostrando, primero, el servicio prestado por esta equivalencia conceptual indebida durante la crisis de los sistemas dinásticos de las entidades políticas metropolitanas, con pretensiones de soberanía y, luego, en el siglo XX, tras el advenimiento de Naciones Unidas, al definir dicha instancia internacional el concepto de Pueblo, en función de las poblaciones comprendidas dentro de las fronteras trazadas por el colonialismo. Finalmente se perfila un replanteamiento de la cuestión – que es valorado positivamente – a partir de la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas (ONU, 2007), documento que reconoce – partiendo de la idea de libre determinación – el derecho a pueblos en cuanto tales, y no, como si lo fueran, a poblaciones comprendidas dentro de fronteras dadas.
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